13/5/10

El afinador de pianos

"La composición empezaba despacio, tímidamente. La fuga en fa menor de la segunda parte de El clave bien temperado siempre le recordaba a flores que se abrían y amantes que se abrazaban; para él era una canción de comienzos. No la había tocado la noche de la visita del sawbwa; era la pieza número treinta y ocho, y él sólo había llegado a la veinticuatro. Por eso, al principio sus manos se movían despacio, con vacilación; sin embargo, gracias al ligero peso de los dedos de Khin Myo, tocaba cada compás con firmeza, y en el interior del piano los mecanismos se accionaban cada vez que pulsaba una tecla. Los macillos se levantaban y se volvían a posar, dejando que las cuerdas temblaran; hileras e hileras de diminutas y complejas piezas de metal y madera. Las velas se estremecían sobre la caja.
Mientras tocaban, a Khin Myo se le soltaron unos cabellos de debajo de la flor, y le rozaron el labio a Edgar. Él no se apartó, sino que cerró los ojos y acercó su cara a la de ella, de modo que el mechón le acariciara la mejilla, los labios otra vez, las pestañas...
El ritmo de la pieza se aceleró, y luego volvió a moderarse; la música se tornó más suave, más dulce, hasta llegar a su fin.
Apoyaron las manos sobre el piano. Ninguno de los dos se movió. Ella volvió un poco la cabeza, con los ojos cerrados, y pronunció el nombre del afinador, con una voz que era sólo aliento.
—¿Es ésta la razón por la que ha venido esta noche? —preguntó él.
Hubo un breve silencio, y luego Khin Myo respondió con un susurro:
—No, señor Drake. El que ha venido es usted. Yo llevo una eternidad aquí."


El afinador de pianos (Daniel Manson)


Imagen:Jorge Aranda


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